Orígenes del cooperativismo, más allá de Rochdale


Muy interesante el artículo que David de Ugarte ha publicado en el blog de Las Indias. Lo ha titulado ¿Quién mató a los «pioneros de Rochdale»? y en él reflexiona no solo sobre el origen del cooperativismo industrial sino también sobre su vigencia actual en el marco de las llamadas economías de plataforma tan vinculadas a fenómenos como Uber, Airbnb y similares. Porque aquel cooperativismo de los orígenes, nos explica David, se ubica en un contexto determinado y convendría «superar» su propuesta si tenemos en cuenta que ya existía una lógica de trabajo comunal en otras zonas de Europa, incluyendo por supuesto la península ibérica.

¿Quién mató a «los pioneros de Rochdale»?

Es importante que cuando hoy se levantan voces para proponer nuevas formas de economía colaborativa podamos recurrir al cooperativismo de trabajo asociado como una vía plenamente válida para hacerla realidad. En muchas ocasiones lo nuevo tapa propuestas clásicas que ya estaban ahí y que pueden aportar autenticidad y aislar el efecto moda. De común hay un trasfondo de trabajo comunal, de arrimar el hombro entre iguales para sacar adelante una obra colectiva que no sería posible de otra forma.

Por supuesto que desde los orígenes, más allá de Rochdale, como se nos propone en el artículo que referenciamos, muchas cosas han cambiado. En pleno siglo XXI emergen modelos económicos donde aflora una reintermediación basada en una concepción diferente del trabajo. Las plataformas al estilo Uber y compañía (reconociendo muchos matices que diferencian unas de otras) se ofrecen como oportunidad para compartir recursos pero parece evidente que desde esa perspectiva se quedan en la periferia de la propuesta del cooperativismo.

No es tanto que no deban aprovecharse las nuevas tendencias colaborativas sino que hace falta hurgar en valores y principios que las hagan éticamente deseables. Si solo se coloca sobre la mesa la oportunidad de una aportación colectiva de la que se deriva un beneficio económico, entonces la propuesta queda muy limitada. Como escribe David de Ugarte:

Y así cuando discutimos sobre cooperativas plataforma -que el anglomundo acaba de «inventar» aunque el modelo tenga más de medio siglo de experiencia entre taxistas, traductores, etc.- nosotros las comparamos con el nivel de control, compromiso y participación de las cooperativas de trabajo, en los que los socios comparten jornada, objetivos y resultados, mientras en el mundo anglosajón la referencia es todavía la de las cooperativas consumo, habitualmente controladas por una capa tecnocrática de «administradores cooperativos» y con una participación históricamente baja incluso en las asambleas, porque, a fin de cuentas el coste de participar en una reunión o en comité es mucho más alto que lo que la cooperativa representa en la vida cotidiana de sus socios, que no es más que un lugar donde comprar una parte de sus compras.

Un debate, desde luego, muy interesante el de confrontar las propuestas actuales desde la economía colaborativa y las economías de plataforma frente a la oferta «clásica» del cooperativismo de trabajo.

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