Alguien puede pensar que usar teléfono móvil inteligente (Smartphone le llaman algunos) es un beneficio para el ser humano y para el planeta. Y es que puede sustituir tantos otros objetos como agendas, alarma, reproductor de música, radio, cámaras de fotos, consolas de videojuegos, GPS e, incluso, al mando de la tele. Es decir, en lugar de tener todos esos “cachivaches”, con un único aparato tenemos suficiente. Visto de esa manera, parece muy “eco” y muy sostenible, ¿verdad?
Obviamente, no todo es así de bonito. Los móviles tienen un lado oscuro del que a menudo nadie nos habla o que decidimos ignorar. O mejor dicho, tienen varios lados oscuros, y cada uno de ellos tiene un impacto diferente (y no nos referimos al impacto medioambiental únicamente). Aquí trataremos algunos de ellos.
Materiales y guerras.
Los móviles requieren de materiales muy variados que, a menudo, sólo se pueden encontrar en países “conflictivos”. La figura adjunta muestra estos materiales y sus funciones. Como es posible imaginar, las situaciones que se viven en esas minas y en muchos de esos países no son siempre agradables ni beneficiosas para todos.
El problema es muy amplio.
En lugares como en Congo (la República Democrática del Congo), la guerra lleva años arrasando el país. La realidad es que nadie sabe a ciencia cierta el origen de dicha guerra: se rumorea que China puede estar detrás, tratando de hacerse con tierras para obtener comida ante una también posible crisis alimenticia (debida, en parte, a que un altísimo porcentaje de sus aguas está contaminada. Ya hablaremos de eso otro día). Pero también se rumorea que otras muchas empresas (no países, sino algo que está por encima de los países) están detrás, buscando apropiarse a bajo coste de sus recursos naturales… para seguir haciendo móviles. Es el caso de la casiterita, la bauxita o el famoso coltán.
[Documental sobre la realidad del origen de los materiales de nuestros móviles, subtitulado]
El litio, un material bastante más conocido y muy empleado en baterías, tiene los mayores yacimientos del mundo en Afganistán y TIbet: ¿en serio creéis que el problema del Tibet es político? Si a ello le sumamos que el jornal de los trabajadores es mínimo, el negocio parece redondo: hay que tener en cuenta que muchos de estos trabajadores son nepalís o filipinos, cuyos salarios son los más bajos del mundo. Las condiciones laborales suelen estar en consonancia con estos salarios.
Durante muchos años la expresión “diamante de sangre” se empleó comúnmente; quizás vaya siendo hora de acuñar el término “móvil de sangre”…
Reciclaje.
Los móviles son el vivo ejemplo de la obsolescencia programada: apenas duran 2-3 años. Luego, te compras uno nuevo. ¿Y qué haces con el viejo? Lo guardas en un cajón hasta que te hartas y te acercas a un garbigune, donde se supone que lo reciclan. O lo donas/vendes a una empresa que, dice, aprovecha los materiales. O lo tiras al contenedor amarillo con la conciencia bien limpia y tranquila.
[Video que muestra qué y cómo se recicla en nuestros móviles]
Y, en parte, esto del reciclaje es cierto. En parte. La realidad es que hay ciertos materiales que aparecen en cantidades tan ínfimas que es imposible separarlos del resto y por lo tanto se pierden para siempre. No es imposible en un 100%, pero sí es cierto que el coste que ello supone se impone al beneficio obtenido. Y en nuestra sociedad, eso es sinónimo de que no se va a hacer.
También se trata de un tema de diseño: hasta tiempos recientes, pocos han sido los diseños que se han realizado pensando en el desmontaje, separación y reciclaje. Aún tenemos móviles con pequeños tornillos que no aportan nada al producto pero que complican el desensamblaje, por poner un sencillo ejemplo. Los intentos de crear un teléfono modular no sólo no han evolucionado sino que, en la mayoría de los casos, han sido cancelados (el caso de Google y su cancelación del proyecto Ara es el último ejemplo).
Poco a poco, pero la situación va cambiando a mejor: cada vez se reciclan más y más partes de los móviles, al mismo tiempo que se incentiva cada vez más al usuario a que retorne su móvil usado. Por poner un ejemplo, tenemos la propaganda que hace AT&T al respecto de sus políticas limpias.
[Proceso completo de diseño de un móvil: embalaje, experiencia de recuperación, diseño de ensamblaje, etc.]
En un mundo ideal la legislación debería regular todos estos casos de obsolescencia programada, pero todos estamos de acuerdo en que vivimos lejos de ese mundo ideal. ¿El argumento más común? Hay que vender más para que la economía siga funcionando. ¿La alternativa? Que todos estemos dispuestos a pagar más por los servicios, en lugar de por productos físicos. Se trata de un tema complejo, sí.
Software e ideología.
Los móviles no sólo nos afecta de forma “física”, creando un impacto material en nuestro entorno: el software cada vez adquiere más peso. Es más, debido a que se están alcanzando límites tecnológicos en ciertas áreas, cada vez pagamos más por el software y menos por el hardware (a pesar de que no siempre nos demos cuenta).
El mercado mundial de los móviles, a día de hoy, tiene 2 grandes jugadores a nivel de Software: Google (con Android) y Apple (con iOS). No vamos a analizar quién lo hace mejor técnicamente o quién vende más o las ventajas de cada uno. Y es que, quizás, el principal rasgo que caracteriza a cada uno es la ideología.
Android parte de una idea cercana al software libre (que no es lo mismo que gratuito, cuidado). Es solo una idea, porque ha derivado en que el código sea open source: cualquiera puede tener acceso a “las tripas” del sistema. iOS, por el contrario, se trata de un sistema cerrado: nadie lo debe tocar. Lo que está dentro no debe importar al usuario, quien se debe de limitar a usarlo y punto.
Desgraciadamente, esta segunda línea de pensamiento se está extendiendo en la sociedad, lo cual provoca que cada vez nos sintamos menos inclinados a conocer el verdadero funcionamiento de algunos productos que nos rodean. Y ello puede derivar, a su vez, a un decrecimiento en la capacidad deductiva y/o de razonamiento del ser humano.
Desgraciadamente, también, la mayoría de las iniciativas de código abierto no son nada user friendly, por lo que ello tampoco da pie querer indagar. ¿Puede existir una relación entre estas políticas de contenidos cerrados y un interés decreciente en la sociedad por temas ingenieriles? ¿Está provocando esto un “atascamiento” del conocimiento? Difícil relacionar ambos temas.
Lo único cierto es que en una sociedad en la que el móvil se está convirtiendo en compañero inseparable, con el que estamos a todas horas, esta falta de interés por el conocimiento puede ser peligrosa.
Suficiente por hoy. Seguro que hay más temas y que los expuestos se pueden alargar hasta el infinito, pero esto no es más que un acercamiento al problema.
Antes de cerrar, sin embargo, toca hacer eco de una iniciativa curiosa: ¿alguien ha oído hablar de la iniciativa Fair Phone? Echadle un vistazo si queréis, y a ver qué opináis…