El ser humano ha evolucionado en los últimos milenios sobre todo como ser social. Ha construido sociedades complejas en las que convivir, en las que está siendo posible que miles de millones de personas compartamos un espacio y unos recursos, cada vez más limitados, con éxito.
Los retos a los que se enfrenta este ‘ser social’ en el próximo futuro son enormes e inéditos. Nunca ha habido una presión semejante sobre recursos limitados y sobre el entorno y en el futuro la competición por hacerse con ellos será creciente. Porque cada vez somos más y cada uno, además, queremos mayor bienestar material.
Los organismos internacionales son conscientes de esto, y plantean las metas y objetivos globales para los próximos años, destacando entre ellos los 17 objetivos (ODS) promovidos por las Naciones Unidas.
En este contexto, es donde me planteo qué papel debemos representar los diferentes actores de esta sociedad, en un escenario al que todos estamos invitados obligatoriamente a participar. Y, particularmente, cuál es el papel de las cooperativas y más particularmente, las del País Vasco y las asociadas en Mondragón.
No es sencillo abordar esto en una era de los pensamientos ‘Tweet’. No es fácil una reflexión que reúna, al mismo tiempo, la paz en el mundo y el pago de la mensualidad de la hipoteca de la segunda vivienda. Y sin embargo, el ser social que somos, exige de nosotros que realicemos el ejercicio continuo de buscar la coherencia de nuestra actuación particular y la de nuestras organizaciones e instituciones, privadas y públicas, con los contextos sociales en que nos situamos y a los que debemos dar respuestas válidas.
En este cuaderno, Lanki ofrece la oportunidad de profundizar en la aportación de las cooperativas a los retos empresariales del País Vasco, retos que las cooperativas comparten en lo esencial con las demás entidades empresariales. Estos contenidos nos darán claves para la reflexión, el diagnóstico y nos permitirán mejorar el debate sobre los pasos que debemos dar. Es cierto que en nuestro beneficio, pero también para contribuir al desarrollo global desde nuestra pequeña aportación.
Las cooperativas son, somos, un agente especialmente concernido por esto y las de Mondragón de un modo particular. Y lo somos no porque las demás organizaciones sociales no cooperativas no tengan las mismas responsabilidades sociales, que las tienen y deben ejercitarlas.
Las cooperativas declaramos ser, y somos, organizaciones a las que nos importa la sociedad a la que pertenecemos por encima de otras cosas, como por ejemplo, por encima del bienestar individual inmediato (‘primacía de lo colectivo sobre lo individual’). Y particularmente las cooperativas de Mondragón porque todas ellas estamos inmersas en los planteamientos de producción, crecimiento, consumo, generación de puestos de trabajo, tecnología,… que son los ingredientes más representativos de las encrucijadas más complejas del desarrollo sostenible.
Y cuando ya hemos escrito y discutido ampliamente sobre todo lo que se nos ha ocurrido acerca del Movimiento cooperativo, ¿queda algo por reflexionar?. Y creo que la respuesta debe ser rotunda, todavía nos hacemos pocas preguntas de esas que nos deben transformar profundamente como empresas y organizaciones cooperativas. Algunos de los retos a los que creo que las cooperativas nos deberíamos enfrentar son los siguientes:
• Desarrollar estrategias empresariales sostenibles
• Colectivos ‘concienciados’
• Cooperativismo 4.0
• Extensión del modelo cooperativo
• Las industrias tractoras del futuro
Desarrollo de estrategias sostenibles
Afortunadamente, cada vez más empresas están abordando la reflexión sobre su papel social. Hay regulaciones que lo impulsan, la búsqueda de una mejor imagen social también lo facilita, pero sea por un motivo o por otro, lo cierto es que va ganando espacio en el quehacer empresarial. Pero las cooperativas no debemos conformarnos con hacer lo de los demás. Nosotros debemos integrar la sostenibilidad de nuestra actuación (en el triple sentido de la sostenibilidad: social, medioambiental y económica) como parte de nuestra personalidad, valores y misión. Si lo hacemos así, ese propósito surgirá de forma natural en la elección de la estrategia, los productos y servicios que crearemos estarán imbuidos de esa visión y eso debería convertirse en una ventaja competitiva que otros tratarán de imitar. El tipo de empleo que crearemos allá donde influyamos con nuestras compras o con nuestras empresas filiales, el uso que hagamos de los recursos y los residuos, el destino de nuestros beneficios, serán coherentes con las elecciones realizadas. Encontraremos respuestas prácticas a las demandas sociales de igualdad de género, a la integración de inmigrantes, a las necesidades de personas cualificadas en el futuro, al respeto y promoción de la cultura de los ciudadanos en cada territorio,… En definitiva daremos respuesta a necesidades sociales ante las que la empresa, especialmente la cooperativa, no debe permanecer ajena, al mismo tiempo que atendamos a los clientes de forma competitiva.
Esta posición respondería de una manera afirmativa a la pregunta de si una empresa debe dar respuesta a las necesidades sociales generales, incluso aunque no sean legalmente exigibles. Siempre, claro está, dentro de sus capacidades.
Colectivos ‘concienciados’
Me refiero al concepto muy empleado en los años de la ‘transición’ política. Entonces había gente (socialmente) ‘concienciada’ que tenía la misión de movilizar a la no movilizada. Las cooperativas nos situamos hoy en entornos socialmente avanzados, en los que en la práctica nuestros valores pueden no ser fácilmente distinguibles de las de otros modelos no cooperativos. No debemos aspirar a tener élites cooperativistas concienciadas que lideren a los demás, porque en el largo recorrido, los que lideren las cooperativas serán los representantes elegidos por el colectivo. O generamos colectivos ampliamente cooperativos y gestores cooperativos o simplemente tendremos sociedades, jurídicamente cooperativas, que no se podrán distinguir en su actuación de cualquier otra empresa, salvo por quiénes son los que se reparten los beneficios.
La cooperativa exige colectivos acostumbrados a manejar la reflexión, y no basta con que eso se refiera sólo al 20% de los socios más ‘concienciados’ sino que debe elevarse a un mínimo del 80% del conjunto. Es imprescindible para un cooperativista, y el colectivo de cooperativistas, el ser capaz de equilibrar continuamente el impulso egoísta con el altruista, el individual con el colectivo.
Todos combinamos estos impulsos contrapuestos en la vida cotidiana, pero hay muchos ámbitos en los que no los tenemos que combinar, porque los papeles vienen dados. En la dinámica tópica tradicional de la empresa capitalista, por ejemplo, la empresa sería el ‘adversario’ de los intereses de los trabajadores y por lo tanto, se establecería la negociación frecuentemente en términos de ‘uno gana lo que el otro pierde’. En una cooperativa es imprescindible que los intereses colectivos, la auto-exigencia y auto-responsabilidad, la prioridad del futuro, la perspectiva social (la influencia de la empresa en el entorno, la participación en el mismo) estén modulando continuamente las decisiones personales de gran parte del colectivo. Esto exige un estado de debate y reflexión permanentes, en todo momento. El músculo altruista se atrofia rápidamente, todos los referentes políticos, sociales, sindicales ayudan a ir en esa dirección. Y, paradójicamente, la atrofia puede ser más grave y frecuente cuanto mayor es el bienestar del que disfrutemos.
Cooperativismo 4.0
La participación y la democracia tienen ahora a su alcance herramientas muy potentes que todavía no estamos empleando. Las tecnologías de comunicación permiten profundizar en la información y en la participación de un modo que nunca antes se ha podido, incluso en colectivos pequeños. Lo vemos materializarse en grupos realmente pequeños en los que las herramientas disponibles permiten disparar el interés, las intervenciones, las preguntas, las opiniones, al rebajar la tensión inherente a la participación pública. El cooperativismo, pero también otras sociedades interesadas en mejorar la participación de sus miembros, tiene a su alcance unas herramientas potentes para mejorar la vivencia cotidiana de participación y para que la democracia cooperativa sea de mayor calidad. Es decir, que se participe más en las decisiones pero de manera bien informada, consecuente y responsable. La meta es extender la implicación efectiva a la ‘mayoría silenciosa’ incluso en situaciones de bonanza en las cuales esa mayoría suele ser más proclive a abstenerse. Esto no quiere decir, a mi juicio, que aprovechando la tecnología el papel de los órganos de representación y gestión pase a ser el de ‘preguntadores’, ni mucho menos. Los órganos no pueden ni deben eludir su responsabilidad de tomar las decisiones apropiadas, lo que conlleva, muchas veces, la elección entre alternativas no claras. Pero las responsabilidades sí pasan a otro estadio de gestión, en el que es necesario, y posible, una mayor cercanía a los socios, a la vez que una mayor transparencia y capacidad didáctica. Y como consecuencia de todo ello, el número de veces que se debe informar, encuestar, debatir y consultar, puede subir y subirá radicalmente.
Extensión del modelo cooperativo
Hay facetas de esta expresión que forman parte del impulso empresarial ordinario que obliga a crecer, porque no hay otras alternativas que aseguren la pervivencia. Pero es la otra faceta la que creo que representa un reto, la extensión del modelo cooperativo. Incluso dentro del propio Mondragón. La extensión del modelo cooperativo requiere, primero, la flexibilización del concepto de qué es el modelo cooperativo, extendiendo ese concepto más allá de la figura jurídica cooperativa concreta. Y segundo, debemos ser capaces de relacionarnos también con otros modos de hacer empresa que participen de los mismos valores que impulsamos en las cooperativas, modos de hacer de los que aprender y a los que aportar referencias, recursos, sinergias.
En lo referido al primer aspecto, las circunstancias legales de cada país o territorio, las circunstancias estratégicas de la empresa, de la filial,… deben ser tenidas en cuenta siempre, pero siempre hay un camino para aplicar los valores cooperativos. No es posible diseñar una estrategia empresarial avanzada y sostenible en un grupo empresarial en el que no se pueda aplicar, en todo el mismo, un único modelo de gestión basado en las mismas creencias y prácticas. Por otra parte, en el segundo aspecto, la aspiración del modelo cooperativo debe ser influir en la sociedad, al menos en la parte de la sociedad que pueda influir y para eso es beneficioso tener las puertas abiertas para recibir y acoger a otros y también sería de provecho compartir camino con otras realidades, sobre todo si tienen coincidencias estratégicas y/o de valores, y acordar pasos con ellas. Hay numerosas necesidades sociales que pueden abordarse a través de formas cooperativas o similares y para las que la experiencia de Mondragón puede ser muy útil y al mismo tiempo pueden enriquecer la Experiencia.
Las industrias tractoras del futuro.
Es indudable el éxito de las empresas industriales del País Vasco y de las cooperativas de Mondragón en los campos del desarrollo tecnológico e innovación. Son y serán un importante agente de transformación y bienestar para el futuro del país. Sin embargo, parecería que algunos campos del mundo de los negocios están menos representados, por diferentes razones, en las cooperativas y en muchos casos también en el tejido empresarial vasco: ¿cuántas Start-ups o empresas tecnológicas nacen en el País Vasco o como cooperativas?, ¿cuántas empresas y cooperativas crecen con productos o servicios de consumo masivo y pueden ser tractoras de primer nivel?
Sin embargo, el mundo es muy dinámico en estos ámbitos y la riqueza y bienestar de los países estará condicionada por cuántas empresas tractoras sean capaces de generar o atraer. Siempre queda la posibilidad de apartarse del flujo central del río y encontrar espacios más protegidos y abordables con los recursos disponibles. Parece que algunos de los recursos necesarios para que las cooperativas u otras sociedades sean protagonistas en ese flujo central son escasos: los financieros, la capacidad de extender el modelo de gestión, la capacidad de atraer y retener talento crítico, sobre todo el promotor o emprendedor en esos campos. Ahí se deberían centrar los instrumentos de apoyo y acogida a las iniciativas que surjan. Porque, al mismo tiempo, el dinamismo en la creación de empresas en el País Vasco y, entre ellas, de nuevas cooperativas, es importante, y lo hacen en campos muy diversos, algunos de ellos muy necesarios para la cohesión y funcionamiento de una sociedad avanzada y que ya representan una parte notable y creciente de la economía.
En definitiva, es ciertamente un campo de trabajo imprescindible explorar cuáles son los modos en los que el tejido empresarial vasco, y el Movimiento cooperativo en particular, desean estar presentes en la sociedad futura y abrir la reflexión sobre qué aportación deben hacer para que la vida en esa sociedad merezca la pena para quienes nos sucedan. Los trabajos de investigación que se recogen en esta nueva publicación y en las que le seguirán, serán contribuciones inestimables para esa reflexión.
Agustín Markaide
Presidente del Grupo EROSKI