En este post nos detenemos en un texto realmente poderoso (el subrayado es nuestro):
Es un axioma, avalado por la experiencia social, que el poder tiende a corromper a quien lo ejerce, si la presión de la soberbia o ambición humana innata carece de correctivos. Uno de estos correctivos es la crítica. Su objeto no es paralizar el desarrollo de un régimen, sino impedir su degeneración mediante un control. ejercido a través de la presión de la opinión pública. La crítica ha de contribuir a crear este estado de opinión pública o de conciencia colectiva, a cuyo amparo y bajo cuya cobertura se ejerza el poder más espontáneamente.
Los subordinados, una vez ejercido su derecho de designar sus autoridades, han de actuar por un lado ejecutando lo que se les ordena y, por otro, recurriendo a la crítica oportuna y constructiva y, mediante la misma, al control de la gestión encomendada a los primeros.
Cuando calificamos de «poderosas» estas ideas nos referimos a la importancia de mantener la voz crítica frente a la acción que llevan a cabo aquellas personas en las que se ha delegado el poder. Esta tensión dialéctica entre, por una parte, las propuestas para avanzar y por otra su crítica natural debe fortalecer la salud democrática de las cooperativas. Es evidente que puede ralentizar la toma de decisiones y que hoy este es un factor clave de competitividad. Pero habrá que considerar qué ocurre cuando una asamblea, un consejo rector, social o cualquier órgano colegiado cae en el seguidismo y en el pensamiento grupal.
Estamos ante una tensión difícil de resolver. Es un hecho que hay que reconocer. No es fácil convivir con la crítica. Pero sin ella se cae en el riesgo de morir. Es el famoso (y cruel) síndrome de la rana hervida, ese que dice que muere cocida sin detectar los leves cambios de temperatura en el agua que se van produciendo dentro de su cazuela. Sí, la crítica es salud y se puede comparar con un microbio.
El caso de la crítica es análogo al del microbio que se inocula en la vacunación, cuando se le promueve y se desea para hacer más sano y vigoroso un régimen. Diremos que, ‘si el vicio puro es a menudo tan aparente, la virtud rara vez es totalmente pura’, es inevitable que cada uno debe estar en lucha continua consigo mismo o con los otros. La vida social está hecha de estos conflictos y no hay medio alguno para cortarlos en su principio. Es esta lucha lo que constituye un conjunto viviente