En septiembre de 2o15 se publicaba en TU Lankide un artículo titulado La responsabilidad social empresarial, ¿voluntad u obligación? Recogía las impresiones de una conversación en la que participaban cuatro personas de diferentes cooperativas y en la que se hablaba de ese controvertido asunto de la responsabilidad social empresarial (o corporativa, a veces también llamada). Recomendamos su lectura completa aunque aquí dejamos algunos comentarios al respecto.
La vocación de transformación social forma parte, como ya sabéis, de los principios de la experiencia cooperativa de Mondragón. Hoy en día, por otra parte, el término responsabilidad social empresarial, se maneja con cierta asiduidad en el management moderno. La wikipedia lo define así:
La contribución activa y voluntaria al mejoramiento social, económico y ambiental por parte de las empresas, generalmente con el objetivo de mejorar su situación competitiva, valorativa y su valor añadido.
Es así como la empresa asume resultados en lo que se ha venido a denominar la triple bottom line: resultados tanto en el campo económico como en el social y en el ambiental. De esta forma la empresa amplia su responsabilidad teniendo en cuanta a aquellos grupos de interés con quienes conforma una comunidad más allá de la que tradicionalmente conformaba según su cadena de valor. Ahora bien, ¿todo esto es marketing con el fin último de embaucar a un mercado que ahora también es sensible a este tipo de aspectos más allá de los números?
En el artículo del TU Lankide se da muchas vueltas a qué es y qué no esto de la RSE y cómo las cooperativas llevan en sus genes esa vocación de transformación social. Otra cosa es cómo se ha interiorizado y de qué forma se canaliza. Ulma, que es una de las cooperativas presentes en el debate, habla de su Fundación Ulma como instrumento canalizador pero también reconoce que la transformación es más que ella. Eroski lo ejemplifica en su responsabilidad de disponer de marca propia mediante la que ofrecer comida sana a sus clientes. Por su parte, el responsable de Laboral Kutxa reflexiona en la línea de que cada cooperativa, en función de su actividad, quizá entienda su responsabilidad social de forma particular.
Arizmendiarrieta lo tuvo claro desde el principio: la cooperativa como medio para un fin. Pero hoy parece lógico entender una relación de mutua influencia entre cooperativa y sociedad. Una relación compleja donde el trabajo se redefine amenazado por las presiones modernas ultracompetitivas. Aquel vehículo de transformación social vive preso porque tiene que salir adelante en lo económico. Y ahí, en ese contexto, se puede hacer lo que se puede hacer. ¿O no? ¿No es acaso algo que está por encima y antes que lo económico?
Insistimos en que el artículo de TU Lankide contiene reflexiones muy interesantes. Se dice por parte de uno de los participantes: «en el futuro vamos a hablar más de hacer bien las cosas, que de hacer cosas buenas«. ¿Se pierde ideología al servicio de la eficiencia? ¿Se diluye la vocación de transformación social y se convierte en una gestión adecuada de fondos, además de una aportación de su saber hacer a la resolución de problemas sociales? Algunos ultrarricos, por ejemplo, ya se han comprometido a aportar parte de sus fortunas. Pero importa también cómo se genera esa riqueza, ¿no? Dentro y fuera hay ética en todo esto. Complejo asunto, ¿verdad?