¿Por qué los bebés solo duermen, comen y cagan?


Últimamente, quizá porque mis amigos y amigas están adquiriendo un nuevo rol, el de madres o padres, desconocido hasta ahora para ellos, estoy oyendo con más asiduidad de la que me gustaría determinados comentarios como:

–        “Los niños cuando son muy pequeños son un rollo, cuando realmente empiezas a disfrutar de la maternidad o paternidad es cuando empiezan a andar, cuando empiezan a hablar…”

–        “La edad ideal de los niños, la edad en la que realmente son una gozada abarca desde los 2 años hasta los 7, antes son un aburrimiento y luego se vuelven unos petardos”

–        “Los niños durante su primer año solo duermen, comen y cagan”

–        …

Seguro que no soy la única que ha oído comentarios semejantes…

Aunque todas las etapas evolutivas de los niños son importantes, yo me voy a centrar en la que parece ser extremadamente aburrida para los adultos, esto es, el primer año de vida.

Creo que todos reconocemos que todas y cada una de las fases evolutivas por las que pasamos a lo largo de la vida son indispensables para nuestro desarrollo y bienestar. Pero, a la hora de especificar en qué les beneficia el sueño, la alimentación… a los niños, quizá nos resulte complicado encontrar argumentos.

Mi objetivo en este post es intentar dilucidar algunas de las funciones de estos quehaceres que a los adultos les resultan tan poco atractivos. Sobre todo me voy a centrar en el sueño y en la alimentación.

Empecemos por el sueño. El sueño es un ritmo biológico que no necesita de aprendizaje alguno. Hay algunos libros contrarios a esta visión. Pero está científicamente probado que los bebés cuando aun están en el útero materno duermen, sin que nadie les haya enseñado a hacerlo.

Ahora no voy a profundizar en cuáles son las causas por las que los niños tienen dificultades para dormir. Creo que eso es un tema que trataremos en alguno de los siguientes post.

De momento, me interesa resaltar que el sueño tiene tres funciones primordiales.

–        Una de ellas es la reparación, es decir, el descanso. El sueño nos sirve para poder estar activos, para ser capaces de beneficiarnos de la vigilia, para ser capaces de crear relaciones con nuestra madre o padre o persona de referencia, para  experimentar y conocer el mundo que nos rodea, para relacionarnos con los de alrededor. En definitiva el descanso nos beneficia al facilitar las relaciones tanto con los otros como con el entorno.

–        Durante el sueño se segrega la hormona de crecimiento, tan importante para los niños. Por tanto sería erróneo pensar que los niños cuando duermen no hacen nada, ya que además de descansar están creciendo.

–        Además de crecer físicamente, los niños también crecen intelectualmente durante el sueño, ya que otra de las funciones del sueño es la de memorizar lo aprendido durante el día. Gracias al descanso, hemos señalado que el niño construye relaciones con sus referentes y descubre el mundo en el que vive. Pero el sueño es el responsable de que dicho aprendizaje quede instaurado en la memoria o tatuado en nosotros para siempre. De ahí vienen frases tales como: “lección dormida, lección aprendida” o “consúltalo con la almohada”. Por tanto, pensar que el sueño es anodino, carece de fundamento alguno.

Para terminar me gustaría escribir algunas líneas sobre la alimentación, sobre las funciones que tiene dicha actividad, pero también sobre las interacciones que se construyen alrededor de dicho momento.

Anteriormente hemos mencionado que el sueño posibilita a los niños estar descansados durante su estado de vigilia. Para que estos estados sean provechosos, esto es, para que tengan energía y la puedan destinar a los objetivos antes mencionados (relaciones con los referentes y con el entorno), es indispensable que estén bien alimentados. La alimentación les nutre y les ofrece la gasolina necesaria para hacer frente a los retos a los que se tienen que enfrentar el tiempo que pasan despiertos. La resolución de dichos retos será lo que se instaurará en la memoria en función de su utilidad para la supervivencia.

Pero yendo un poco más allá, es posible descubrir otra función de la alimentación no tan conocida, o no tan reseñada. La alimentación es un momento de máxima intimidad y cercanía. El bebé y su madre o padre, están piel con piel, sus corazones casi se ven obligados a palpitar al unísono, sus respiraciones se sincronizan, se miran, se sonríen, se acarician, se reconocen…  Es un momento de encuentro que bien puede convertirse en mágico o bien puede convertirse en una autentica pesadilla, por la preocupación derivada de la poca ingesta.

Es cierto que hay unos baremos que especifican el peso ideal del bebé, pero es necesario recordar que para que el bebé se alimente es imprescindible crear ese clima mágico de confianza y de tranquilidad.

Así que los mensajes que culpantes por parte de familiares, pediatras, amigos… etc les hacen un flaco favor a aquellas madres y padres que viven pensando en las cantidades ingeridas por sus bebes, en lo que marcará la báscula tras una semana más complicada en cuanto a la alimentación se refiere…

Y es que nos debemos preguntar qué queremos: ¿que nuestros bebés ingieran alimentos, o alimentar a nuestros bebes? Cuando hablamos de alimentar a los bebes vamos más allá y pensamos en alimentarles afectivamente, dándoles el calor, la seguridad, la tranquilidad que necesitan; pensamos en alimentarles con nuevos estímulos que les permitan conocer diferentes texturas, temperaturas, colores, sabores…; y pensamos también en alimentarles mediante comida.

Por último, retomando la pregunta inicial: “¿Por qué los bebes solo duermen, comen y cagan?” Pues, porque es lo que les toca, porque sin ello no habría evolución aunque hay que reconocer que los procesos que acontecen mientras duermen, o las posibilidades que ofrece la alimentación no son del todo explicitas, están veladas. Ello nos lleva a veces a menospreciar dichos procesos. De todos modos, espero que este post, haya servido para desvelar lo velado, para dar a conocer lo no tan conocido.

+ Ez dago iruzkinik

Zurea gehitu