28 DE ABRIL, DÍA INTERNACIONAL DE LA SEGURIDAD Y SALUD EN EL TRABAJO


Si la Ley de prevención lleva ya 17 años en vigor, las empresas conocen de su existencia y todas las grandes, la mayoría de las medianas y muchas pequeñas intentan cumplirla ¿por qué sigue habiendo accidentes laborales?. Los accidentes laborales no son fruto de la casualidad, de la mala suerte o de las brujas, sino consecuencia de malas actuaciones, falta de organización y rigor ante el riesgo en el puesto de trabajo.

Esta forma de actuar no es más que una gran falta de concienciación y actitud o cultura de prevención por parte de los trabajadores y empresarios de muchas empresas, pero quizá también una falta de ciertas aptitudes y actitudes de los prevencionistas.

Formación técnica y transversal

Cuando surgió la Ley de Prevención 31/95, no se tenía muy claro qué conocimientos habían de tener las personas que se dedicaran a identificación de los peligros, la evaluación de los riesgos y a la implantación de medidas preventivas en las empresas. Se hablaba (como sigue ocurriendo aún en ciertas legislaciones RD 171/2004 de seguridad en obras de construcción, RD1627/97 de coordinación de actividades empresariales) de técnicos competentes. Gran palabra “competentes”. Competente significa tener competencia para, es decir, saber de. Sin embargo, y a la vista de los resultados que aún vemos en las estadísticas de siniestralidad laboral (accidente y enfermedad) podemos afirmar categóricamente que con saber de algo no es ni mucho menos suficiente.

Las instrucciones orientadas hacia la productividad pueden considerarse una condición natural de la vida de las organizaciones industriales. Sin ellas es difícil concebir la coordinación del trabajo y la orientación a las metas de la organización; Zeitlin, 1994).

Asimismo, tal y como mencionan autores como Krause, Hidley o Lareau, las contingencias asociadas al desempeño del trabajo, incluidas las de naturaleza social, son un mecanismo poderoso para conducir la conducta en cuestión de seguridad. Podemos deducir de manera lógica y por numerosos estudios relacionados que una de las contingencias relacionadas de manera directa con la conducción de cualquier conducta es la formación adecuada relativa a las funciones y responsabilidades a desarrollar en el puesto de trabajo.

Actualmente nos enfrentamos a empresas organizadas con y por trabajadores del conocimiento (y los técnicos en prevención son trabajadores del conocimiento) y no solo por trabajadores manuales tal y como los entendía Taylor. A diferencia de cómo Taylor entendía la productividad del trabajador (entonces sólo se conocía la figura del trabajador manual) como únicamente relacionada con los resultados, no por su aportación, la productividad de los trabajadores del conocimiento, está definida por 6 factores, entre los que caben destacar dos: el trabajador del conocimiento requiere aprendizaje continuo por parte del trabajador, pero también exige enseñanza continua por su parte; y los trabajadores del conocimiento deben gestionarse a sí mismos; han de tener autonomía.  Ni una ni otra pueden ser realizadas sin poseer una formación adecuada a la naturaleza de sus funciones de trabajo.

Por otra parte, el conocimiento por sí sólo no garantiza la correcta realización de las tareas asignadas a las funciones del puesto de trabajo; lo que lo hace es lo que denominamos competencia, es decir, “el saber hacer en contexto”. Podemos ampliar la definición anterior de la siguiente manera: es un complejo de comportamientos que se desarrollan en un entorno específico y que tienen como fin el logro de un resultado eficiente y eficaz”. La competencia se refiere a un comportamiento experto y lo que la hace experta es su valor de eficiencia, eficacia y efectividad.

//Eider Fortea

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