Valores, valores, valores


Diga economía social. Diga valores. Sí, repita conmigo: va-lo-res. A ver, una vez más: va-lo-res. Seguimos recorriendo el módulo de Fundamentos de la Economía Social y hemos aterrizado, como no podía ser de otra forma, en el fascinante mundo de los valores. Ya lo apuntábamos en el post anterior. Pero una semana después, y tras decenas de mensajes en los diferentes foros habilitados en el máster, no podíamos sino detenernos un poco más en esta estación. Y es que la economía social pasa por definir en la teoría y por llevar a la práctica una serie de valores.

Ahí está la diferencia: valores no solo enunciados sino practicados, tal como decimos. Del dicho al hecho hay un buen trecho dice la sabiduría popular. Nunca fue tan de aplicación como en el caso que nos ocupa. Y, además, hay que reconocer que el valor se mueve en un terreno muy complejo, mezcla de psicología individual, de comportamiento social, de cultura, de filosofía, de ética. Muchos ingredientes para dar con la receta perfecta. Y aun cuando la hayamos encontrado, después resulta que en cada cocina el plato final admite una preparación con muchas variantes, tantas como situaciones concretas existen.

En el máster se han habilitado cinco foros para otros tantos grupos de trabajo. Tenemos que llegar a un consenso en cuanto a los valores que la economía social y el cooperativismo deberían desarrollar. La lista se complica porque surgen muchos matices. Se alarga y se estira dejando caer la riqueza de cada enfoque particular, según la cultura de donde provenimos cada cual. Argentina, Costa Rica, Estados Unidos, Colombia, la vieja Europa… Matices y más matices, casi todo opinable. Pero deberemos llegar a un consenso. En ello estamos.

Precisamente en uno de esos foros de trabajo se compartía una entrevista de AshokaKen Robinson (sí, ese señor que dice que las escuelas matan la creatividad) en la que habla de las nuevas formas en que hay que enfrentar el momento presente:

  • Con creatividad e imaginación, aplicadas en su más amplio sentido, a todas las disciplinas y no solo a las tradicionalmente «creativas».
  • Con compasión, como ejercicio básico de empatía, de estar en comunidad .
  • Con compostura, en busca de espiritualidad entendida como esa energía que previene la depresión.
  • Con colaboración, más allá de los habituales modelos «competitivos» en que se nos educa, ya que tenemos retos comunes como humanidad.

 

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